jueves, 14 de diciembre de 2017

El encuentro con Jesús

"Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron..." - (Lc 24,31)



Inicialmente había pensado llamar a esta entrada como el "Llamado", pero siendo coherente con mi entrada anterior, el llamado lo había recibido muchas veces y me había hecho el loco. Decidí entonces que lo más apropiado era llamarlo un encuentro, que siendo críticos, realmente es un descubrir o un reconocimiento, pues Dios siempre ha estado ahí para nosotros, solo que no le hemos querido ver.

Debo comenzar por decir que no me he hecho santo aún (y digo aún, porque ese debe ser el objetivo) y trato de desligarme de cualquier fanatismo. Mi formación como ingeniero me ha ayudado a tratar de reconocer este camino espiritual desde la razón, iluminada por la fe. En principio no fue así, pesaba más la razón, y me embarqué a devorar libros y contenidos sobre las pruebas de la existencia de Dios. Muy divertido al principio, pero luego se hizo tedioso, porque faltaba algo fundamental: la fe.

Es que leer pruebas de Dios desde una perspectiva netamente racional y materialista no lleva a mucho, porque Dios no está solo en ese campo, es más que eso: es amor, es espíritu, es eternidad, ES TODO. Y nunca lo poco (nosotros), podrá comprender EL TODO. Es como tratar de explicarle física cuántica a una cucaracha. Es un ejemplo muy imperfecto, pues Dios nos dotó de dones muy superiores que nos permiten comprender muchas cosas, aún desde nuestra pequeñez.

Me he adelantado un poco al tema de esta entrada, pues esto que les cuento sucedió después del encuentro con Jesús, antes era un "cristiano" más; bastante pecador e imperfecto, y hoy lo sigo siendo, pero con una diferencia tremenda: lo reconozco e intento corregirme.

En el año 2012, dirigía una compañía de tecnología que ayudé a construir. Era el gerente y estaba en cabeza de muchos proyectos, me sentía cómodo en mi posición. No era particularmente el jefe más jovial, tampoco era una mala persona, simplemente estaba absorto en un mundo de estrés, presión, compromisos económicos y demás. Mi vida no estaba plena, lo tenía todo pero no tenía nada. Ese vacío tiene un nombre que solo hoy puedo definir: ausencia de Dios.

Esa ausencia se traduce en tristezas, ansiedades, inseguridades, fracasos amorosos y un cúmulo de insatisfacciones. Pero Dios tenía un plan conmigo, un plan perfecto, que ha ido ejecutando de la mano de mi Madre la Virgen María.

A finales de ese año conocí de forma providencial a quien hoy es mi esposa, ella, dominicana, fue a Medellín de vacaciones y por un montón de "coincidencias" nos conocimos y nos enamoramos.

Un año después, me radiqué en Santo Domingo para acercarme más a ella y así poder conocerla mejor.  Posteriormente, en noviembre de 2014, nos casamos.

Para ser honestos, no fue fácil dejar mi país, mi puesto cómodo, mi "mundo" en Medellín. Tenía a mi lado una maravillosa mujer, pero seguía sintiendo un vacío tremendo en mi vida.

En abril de 2015 contratamos a un arquitecto para que nos hiciera algunos trabajos en nuestro apartamento. Ese arquitecto, a quien no conocía de primera mano, me abordó al final de la tarde del jueves 30 de abril para indicarme que no podría culminar sus trabajos sino hasta el siguiente lunes. Ya que ese próximo viernes, iba a participar como servidor en un retiro. Allí se inició una conversación que me marcaría estos años:

- Yo: ¿Qué clase de retiro?
- Arquitecto: Un retiro de Emaús, ¿Lo has escuchado?

- Yo: No, nunca he ido a un retiro, pero me llama la atención. Siempre he querido saber de qué se trata. (En ese momento pensaba que se trataba de un retiro de parejas, y pues uno recién casado, siempre un retiro de este tipo cae bien).

Arquitecto: ¿Quiere ir?
Yo: No, muchas gracias, ya habrá tiempo. (Era muy apresurado armar plan de retiro de un día para otro).

Arquitecto: Pero ve, no pierdes nada.
Yo: Lo pensaré.

La cosa se quedó ahí para mí, pero no para el arquitecto, que puso en marcha el plan "retiro". Contactó a mi esposa y entre ellos dos orquestaron mi ida.

El viernes en la mañana me llamó el Arquitecto y me dijo: ya tengo tu ficha (formulario de registro), te esperamos a las 5 p.m. en tal sitio. Yo le dije: - ¿pero cómo? Yo te dije que no iba a ir - Pero él insistió en que fuera y que ya no podía echarme atrás. Mi esposa estuvo de acuerdo y tomé la decisión de ir. Luego me enteré que el retiro era solo de hombres y la desidia se apoderó de mí. Pero por honor a mi palabra, asistí.

Ese mismo día, viernes 1 de mayo, recibí un mensaje de mi papá por facebook. Esto no era nada normal. Mi papá no sabe ni encender un computador y si tiene cuenta en facebook, es porque mi mamá se la creó para tener un usuario extra para jugar "farmville", donde los amigos son claves para prosperar en el juego (perdón mamá por revelar esta intimidad).

Mi papá me escribió (y me ha escrito hasta la fecha) un único mensaje que aún conservo. Aquí debo aclarar que la relación con mi papá no es la más fluida en términos de comunicación, por eso se me hizo tan extraño. Ahora bien, no recuerdo el contexto por el cual él me escribió, lo importante es lo que vino después.


Mi papá, aunque creyente, no es particularmente el más practicante. Me extrañó el hecho mismo de recibir el mensaje y más aún su contenido. Sin embargo, ese día, no le presté mayor atención.

Ya en el retiro, todo me hablaba de buscar a Dios, pero no hice mucho caso; hasta que durante una actividad, de la que no puedo dar mucho detalle (perdón Emaús, pero es necesario contar algo para que mi historia tenga sentido) uno recibe un mensaje sacado de la biblia. El mío venía acompañado con la cruz de cristo y el mensaje: "Recurran al Señor, y a su poder; recurran al Señor en todo tiempo." - Sal 105,4. Esto, a cualquier persona, puede que no le diga nada, pero a mí, en ese momento, me dijo mucho. Recordé lo que me escribió mi papá, de que un hombre sin fe no vale nada, de que hay que buscar lo milagroso, es decir: Recurrir al Señor.

El Señor me confirmaba un mensaje, me lo había dado tantas veces en la vida y tantas veces en ese mismo retiro, y sin embargo, seguía sin convencerme del todo. Era inevitable pensar que eran simples coincidencias.

Cuando tomé la decisión de escribir estas entradas fue porque me topé con mi versión del año 2009 descrito en las líneas de un intento fallido de convertirme en bloguero. Pueden leer las historias (dejaré los enlaces al final) para que comprendan mi posición frente a la religión en dos momentos muy diferentes de mi vida. Si no quieren leer se los resumo: en el 2009 era escéptico frente a la religión pero andaba buscando llenar un vacío espiritual, en el 2017 hay una persona creyente, buscando más respuestas.

Venía de un largo escepticismo en mi vida, y no iba a cambiar mi forma de ver la religión de la noche a la mañana. Sin embargo, sí me interesé por indagar un poco más y fue allí cuando empecé decididamente a leer a diversos autores católicos y cristianos, además de muchas páginas en Internet.
Traté de seguir congregándome con el grupo Emaús y de asistir a la misa cada domingo, pero la verdad es que seguí siendo bastante tibio: sentía que Dios era real, pero no me terminaba de convencer.

Esta entrada la inicié con un versículo del Evangelio de San Lucas llamado el camino de Emaús, y no lo elegí solamente por el retiro que hice, sino porque describe perfectamente mi encuentro con Jesús.

Dos discípulos de Jesús caminaban hacia una aldea llamada Emaús e iban hablando de lo que había sucedido con el Mesías. Jesús mismo se les apareció y les acompañó durante el trayecto, pero no le reconocieron. Vio Jesús que no se creían lo de la resurrección y los increpó de buena manera y se puso a explicarles las escrituras. Al final, ellos invitan a Jesús a cenar con ellos y lo reconocen cuando Él bendice el pan, lo parte y se los da (la eucaristía), en ese momento Jesús desaparece (Ver Lc 24, 13-35).

Jesús ha estado todo el tiempo acompañando mi camino, pero he tenido todos mis sentidos cerrados y no le he reconocido. A pesar de todas las evidencias que hay de su existencia, a pesar de todas las manifestaciones, seguía sin reconocerle.

Faltaron muchas experiencias, muchos libros, muchas misas, muchos retiros, muchas oraciones, la lectura del evangelio y sobre todo; la mano de la Virgen María, para lograr que por fin, le reconociera. Fue la Virgen María quien me llevó a Jesús, y eso se los contaré en la próxima entrada a la que llamaré: El encuentro con María.

¡Dios les bendiga!


Estas son las entradas que mencionaba. Ver primero Jesús del futuro, escrito en el año 2009:
1. Jesús del futuro
2. Welcome back!
















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