domingo, 31 de diciembre de 2017

Seguir caminando



Impactado por la experiencia en Costa Rica, con tantas cosas que pensar y sentir, quiso Dios que participara como servidor en un retiro de Emaús. No se puede hablar de lo que allí sucede, pero sí de lo que se siente. Servir es aún mas grande que ser servido; ya lo había dicho Jesús: "No he venido a ser servido, sino a servir..." - (Mt 20,28). Quien sirve con amor, inevitablemente recibe una fuerza sobrenatural que lo lleva a hacer todas sus tareas con dedicación incansable, es la fuerza del Espíritu Santo. Solo la presencia de Dios a través de su Espíritu puede explicar que un retiro de estos salga exitosamente con tantos retos que surgen en este camino de hombres imperfectos.

En este retiro también obtuve una palabra del Señor, la respuesta a una pregunta que venía meditando tanto tiempo: ¿De verdad existes? - Él fue tajante: "Yo soy quien te manda que tengas valor y firmeza. No tengas miedo ni te desanimes, porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas" - (Josué 1,9).

No solo me decía que existía, sino que estaba conmigo y me invitaba a seguirle con valor y firmeza. Doble bofetada para este gallina, que seguía buscando excusas para negar su existencia.

No podía seguir ocultando algo que sentía fuertemente en mi corazón, una inquietud que no me dejaba dormir. Muchas veces, en medio de la madrugada, me despertaba y no podía conciliar de nuevo el sueño. Esto sucedía alrededor de las 3 de la mañana, luego, cuando a través de un hermano de la comunidad conocí la hora de la misericordia, entendí que el Señor me invitaba a orar.

Pero pesó más mi debilidad, no duró mucho el fuego en mi corazón, seguí vagando en el mundo, con mas dudas que certezas. Dudas que trataba de responder leyendo libros y viendo videos en youtube, que inevitablemente me llevaban también a cruzarme con los argumentos de los no creyentes y que sembraban aún más dudas.

Mientras tanto, Dios seguía abonando esa semilla sembrada y no lo hacía en mi razón, sino en mi corazón. En noviembre de 2016, fui invitado por unos hermanos de Emáus para hacer un servicio en la cárcel. Ese servicio parecía un imposible. Consistía en contactar a la familia de un recluso y lograr que fueran a visitarlo. Suena fácil, pero agreguemos que esta persona estaba involucrada en un tremendo crimen (lo sé porque mi curiosidad me obligó a googlearlo), su familia vivía muy lejos de la cárcel y hacía muchos años que no le veían, eran de escasos recursos, temían que un extraño los estuviese contactando tan misteriosamente y que además este extraño (osea yo), también estaba muerto del susto y vacilaba en muchas cosas para poder propiciar con ese encuentro.

La misión se tornó tan difícil que me acordé del único que podía ayudarme: Dios. Le dije: Señor, esta tarea es para tu honor y gloria, así que dame una mano, porque solo no puedo. A partir de allí todo fluyó. El encuentro se pudo dar y el premio fueron los múltiples abrazos, palabras de agradecimiento, lágrimas y muestras de cariño que no solo recibí sino que presencié en cada uno de esos familiares que llevaban tanto sin verse. Allí no importaba el pecado, importaba el pecador, el amor fluía por cada rincón. La misericordia de Dios era palpable en cada esquina de ese recinto dentro de esa fría cárcel.

Hoy sigo participando de retiros en centros penitenciarios y lo seguiré haciendo sin miedo, porque Dios se derrama inmensamente allí, pues donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia. Jamás he recibido abrazos y sonrisas más sinceras que las de esos reclusos, sólo comparables con las muestras de amor profesadas por un inocente niño.  No exagero, es muy real.

Ya no necesitaba seguir buscando respuestas en libros ni en vídeos sobre la existencia de Dios, Él estaba allí, en cada muestra de su amor y misericordia. Debemos romper nuestros duros corazones y abrirlos al verdadero amor, sólo así entenderemos su existencia.

Parecía que Dios ya había preparado este duro corazón para recibir a su Madre y que fuera ella quien me llevara a Jesucristo.

Todo comenzó un 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción. Traía la nostalgia de ese día, que se celebra muy especialmente en Colombia y le dije a algunos amigos que nos reuniéramos a encender "velitas", costumbre que no es conocida por estas tierras.

Nos reunimos tres parejas, asistimos primero a la celebración de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, precisamente en la Parroquia que lleva ese mismo nombre en la ciudad de Santo Domingo. La Santa Misa estuvo presidida por el Arzobispo de esta ciudad. Allí comenzó el llamado. Luego fuimos a la casa de una de las parejas, encendimos las velas y en torno a ellas surgió el tema de las indulgencias plenarias del 2017 por el centenario de las apariciones de la Virgen de Fátima. No tenía idea de lo que eran indulgencias, pero si me quedó claro que una de las opciones para obtenerlas era peregrinar a algún santuario mariano, especialmente a Fátima.

Unos días después, tras haber indagado bien sobre las indulgencias, encontré por coincidencia una invitación a peregrinar a varios santuarios marianos en Europa y sentí el fuerte impulso de ir. De inmediato, y sin consultarlo, motivado por una fuerza que no me era propia, creé un grupo en whatsapp en el que incluí a mis amigos y con plena certeza les dije: ¡nos vamos de peregrinación!. La respuesta fue de júbilo y aceptación y coincidimos en reunirnos para planear el viaje.

Nos reunimos a finales del mes de diciembre (2016) y acordamos que íbamos a hacer diversas actividades para recaudar fondos para el viaje de peregrinación y nos fijamos como condición que todas estas actividades estuvieran centradas en la evangelización y que parte del dinero recaudado lo íbamos a destinar a ayuda social. Fue así como nació @virgencitaperegrina como grupo de evangelización y @immacolata.rd como marca de nuestros productos. A partir de allí, consagramos sin saberlo nuestro trabajo a nuestra Madre María Santísima y nos ha ido llevando por un camino lleno de maravillosas sorpresas cuyo destino final ha sido su hijo Jesucristo.

De todas estas experiencias, algunas de ellas místicas, hablaré en mi próxima entrada. Por ahora les anticiparé una importante. Cuando definimos el nombre de nuestro grupo y la marca, surgió entonces la inquietud sobre un logo o imagen a usar. Con total convencimiento les dije a mis amigos que no se preocuparan de ello, que la Virgen lo iba a resolver (ninguno de nosotros es diseñador gráfico o dibujante). Esa misma noche, en medio de un sueño, la virgen se me revelaba de pie sobre el globo terráqueo, con sus pies sobre la isla La Española. Entre sus manos, que estaban en señal de oración, tenía el Santo Rosario y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. También se me reveló una imagen en la que la circunferencia de nuestro planeta eran las cuentas del Santo Rosario.

Esa misma mañana, como pude, hice un bosquejo de lo que había soñado y a partir de allí surgieron los dos logos que usamos en nuestras páginas.








¡Dios les bendiga!

domingo, 24 de diciembre de 2017

Preparando el camino.



Había prometido hablar de mi encuentro con María, pero recapitulando, he pensado que es importante ahondar en varias cosas que pasaron antes de ello.

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A veces siento que Dios tiene un plan especial conmigo, pues no creo que sea coincidencia todo lo que ha pasado por mi vida a lo largo de estos últimos cinco años. El evento más importante, quizás, sea el hecho de haber emigrado, pues fue algo que yo nunca consideré seriamente y terminó sucediendo de la manera menos imaginada. Dios me sacó de mi "zona de confort" y me trajo a una isla donde solo tenía a mi esposa, a su familia y algunos amigos.

Este "aislamiento" permitió hacer un alto en esa carrera acelerada que llevaba en mi vida y me permitió el reencuentro con Dios que ya narré en la entrada anterior. Pero no solo fue el reencuentro, fue también la oportunidad de tener más tiempo para indagar y conocerlo mejor.

Después de ese retiro en mayo de 2015, no hubo un cambio trascendental en mi espiritualidad, pero si quedó una semilla plantada que se fue abonando con una serie de sucesos que ocurrieron, muy especialmente, en el año 2016. Recuerdo particularmente cómo tuve que viajar inesperadamente a San José de Costa Rica (en febrero de ese año) para asistir en sus últimas horas de vida a un tío que moría solitario en la sala de un hospital público. Mi tío había decidido (hace muchos años) emigrar de Colombia, en parte, huyendo a una vida de insatisfacciones. Pero no se puede huir de uno mismo, y las insatisfacciones las siguió encontrando allí. Vivió, pienso yo, de cara opuesta al Señor, peleado con Él. Pero Dios, que es misericordioso, le dio una tremenda oportunidad de enderezar el camino; y de paso, me enseñó a mi el valor de vivir en su amor.

Paradójicamente, mi tío trabajaba como conductor en una comunidad religiosa a la cual había sido recomendado por su hermana monja (mi tía). Y pese a que estuvo muy ligado a las "monjitas" por más de 16 años, se mantuvo bastante escéptico a la religión.

Los últimos años de su vida estuvo luchando contra un tremendo cáncer, al que él había creído vencer, pero que en enero de 2016 reapareció, llevándolo rápidamente a la muerte. En su lecho de agonía pedía afanosamente poder ver a algún miembro de su familia, pues ninguno vivía en Costa Rica. Debido a que se nos exige visa a los colombianos para entrar a ese país y ninguno en la familia la tenía (y no había oportunidad de sacarla rápidamente) se me pidió a mí que fuera, pues era el único que tenía visa americana y con ella me permitirían entrar.

El mensaje que nos enviaban las hermanas desde Costa Rica era contundente: el ya está agonizando, que viaje alguien urgente a ver si lo alcanzan a acompañar. Era una manera "diplomática" de decir: ya no hay tiempo. Providencialmente encontré unos tiquetes baratos y viaje de un día a otro con la más mínima esperanza de encontrarlo vivo. Solo le pedía a Dios que al menos me permitiera llegar y decirle: acá está tu familia acompañándote.

Llegué a Costa Rica un sábado en la mañana y las hermanas, muy amablemente, me hospedaron en su convento. Quise ir inmediatamente al hospital, pero ellas insistieron en que fuera después de almorzar. Me habían dicho que el viernes había estado muy mal y se temía por su muerte, pero que luego se estabilizó. Almorcé y emprendí el camino al hospital con una angustia tremenda, sólo le pedía a Dios que me diera la oportunidad de verle vivo.

El estaba en una sala de cuidados paliativos, cuando entré no pude evitar llorar. De aquel hombre robusto, alto y fuerte, quedaba un pobre hombre delgado y de un color amarillo mostaza que reflejaban su pésimo estado. Me dijo la enfermera que estaba sedado, y que no se había despertado. Que no me iba a responder.

Yo me aproximé a el, lo mas cerca a su cama, y le dije al oído: tío, aquí estoy en representación de tu familia, la que tanto te ama y te acompaña. Repentinamente abrió los ojos, me miraron con una expresión que jamás podré olvidar, mezcla de grata sorpresa y alegría profunda y gritó mi nombre. También levantó como pudo su torso y nos fundimos en un abrazo profundo que hizo olvidar por un momento las dolencias físicas y tristezas.

Aquel hombre fue un tío muy cercano, a quien todos queríamos mucho, por eso me dolía tanto verle así. De aquel hombre que supuestamente agonizaba el día anterior, Dios quiso regalarle un aliento más de vida y pudimos hablar ese sábado y hasta reírnos. El se sintió aliviado de que alguien de la familia pudiera viajar y le conté que ya mi madre había pedido la visa y que venía en camino (no alcanzó a llegar).

Abandoné la sala del hospital en la noche, cansado y con el corazón y alma arrugados. Un amigo de él se ofreció a cuidarlo en la noche y yo regresé al convento a intentar descansar. Su vida, hasta antes del cáncer, era una copia de la mía. Un tipo que decidió emigrar huyendo a las insatisfacciones y que se pasó la vida jugando a sus placeres sin fijarse un compromiso serio.¿Cuál iba a ser mi siguiente paso? quizás terminar solo, enfermo e infeliz en mi lecho de muerte.

No tendría por qué ser tan trágico, pero era mi realidad: no estaba siendo completamente feliz. Estaba harto de tantas cosas y quería tirarlo todo por la borda. Pensaba en el camino fácil que tanto había elegido mi tío: botar todo e iniciar de nuevo. En una sociedad que nos enseña que lo que se daña se bota y no se repara, aprendemos también que nada será suficiente para hacernos felices.

Este viaje a Costa Rica estuvo marcado por el amor y providencia de Dios, era innegable su ayuda. Desde las palabras de aliento de personas desconocidas que me encontraba en todos lados, hasta la facilidad para conseguir cualquier cosa material que iba siendo requerida en el camino.

Esta historia daría para escribir muchísimas líneas, pero quiero resumirla a un momento. El lunes 29 de febrero, luego de haber hecho algunos trámites, llegué al hospital después de medio día. Al llegar a la recepción, me encontré con que no me dejaban ingresar porque ya había alguien allí (no permitían dos visitantes al mismo tiempo). Tomé mi teléfono y angustiosamente trataba de indagar quien estaba allí, pues se suponía que solo iba a estar yo. Logré saber que era una de las monjitas que con tanto cariño se habían hecho cargo de el, pero que ella no había ido de visita, estaba allí porque debía llevar unos papeles al hospital. Cuando la llamé me dijo angustiada: tu tío está agonizando, sube rápido. Pero la seguridad no me dejaba entrar, pues era estricto el protocolo. En medio de mi caos mental noto que tenía en mi mano izquierda una tarjetica con un mensaje (no sé cómo llegó a mi mano) que decía:

"Señor Jesús, dame tu eterna paz, dame el don para esperar y ayúdame a confiar en ti, porque en mis fuerzas no puedo más. Tu eres mi sustento, tú mi creador y la última palabra la tienes Tú."

 Leer esto me llenó de confianza e insistí en que me dejaran entrar, ellos accedieron y efectivamente encontré a la monjita orando a su lado, acompañándolo en la agonía. Ella me dijo: llegas a tiempo, aún no quiere irse, dile que estás aquí y que ya se puede ir. El oído es lo último que pierden, háblale con confianza.

Tomé su mano y comencé a orar, a decirle que se fuera tranquilo, que no se atara a nada más y poco a poco, su respiración agitada, se fue calmando hasta un último aliento. La hermana, que había asistido a cientos de muertes en hospitales de la guerra civil en África, me confirmó su muerte. Luego llegaron los médicos y lo ratificaron.

En una conversación posterior, la monjita me dijo que el Señor le había dicho que ella iba a asistir la muerte de mi tío y que ella lo había estado evitando. Pero quiso Dios que estuviese ese día y esa hora, sin proponerselo, no solo para asistir a mi tío, sino a mí, que en otro caso me hubiese tocado afrontar ese momento solo. Fue una gran bendición, también supe por ella que mi tío había hecho una muy buena confesión y recibió los santos oleos. ¡Dios y su misericordia!

Dios me mostró, a través de esta experiencia, lo frágiles que somos. Pero también me mostró su poder e inmensa misericordia. A raíz de la muerte de mi tío, tuve que encargarme de su funeral y por  tanto, tuve que cancelar el vuelo de regreso que tenía programado, también quiso Dios que pudiera conseguir un retorno cómodo y muy barato en otra aerolínea. Él nunca me abandonó, siempre lo sentí a mi lado.

¡Dios les bendiga!


























jueves, 14 de diciembre de 2017

El encuentro con Jesús

"Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron..." - (Lc 24,31)



Inicialmente había pensado llamar a esta entrada como el "Llamado", pero siendo coherente con mi entrada anterior, el llamado lo había recibido muchas veces y me había hecho el loco. Decidí entonces que lo más apropiado era llamarlo un encuentro, que siendo críticos, realmente es un descubrir o un reconocimiento, pues Dios siempre ha estado ahí para nosotros, solo que no le hemos querido ver.

Debo comenzar por decir que no me he hecho santo aún (y digo aún, porque ese debe ser el objetivo) y trato de desligarme de cualquier fanatismo. Mi formación como ingeniero me ha ayudado a tratar de reconocer este camino espiritual desde la razón, iluminada por la fe. En principio no fue así, pesaba más la razón, y me embarqué a devorar libros y contenidos sobre las pruebas de la existencia de Dios. Muy divertido al principio, pero luego se hizo tedioso, porque faltaba algo fundamental: la fe.

Es que leer pruebas de Dios desde una perspectiva netamente racional y materialista no lleva a mucho, porque Dios no está solo en ese campo, es más que eso: es amor, es espíritu, es eternidad, ES TODO. Y nunca lo poco (nosotros), podrá comprender EL TODO. Es como tratar de explicarle física cuántica a una cucaracha. Es un ejemplo muy imperfecto, pues Dios nos dotó de dones muy superiores que nos permiten comprender muchas cosas, aún desde nuestra pequeñez.

Me he adelantado un poco al tema de esta entrada, pues esto que les cuento sucedió después del encuentro con Jesús, antes era un "cristiano" más; bastante pecador e imperfecto, y hoy lo sigo siendo, pero con una diferencia tremenda: lo reconozco e intento corregirme.

En el año 2012, dirigía una compañía de tecnología que ayudé a construir. Era el gerente y estaba en cabeza de muchos proyectos, me sentía cómodo en mi posición. No era particularmente el jefe más jovial, tampoco era una mala persona, simplemente estaba absorto en un mundo de estrés, presión, compromisos económicos y demás. Mi vida no estaba plena, lo tenía todo pero no tenía nada. Ese vacío tiene un nombre que solo hoy puedo definir: ausencia de Dios.

Esa ausencia se traduce en tristezas, ansiedades, inseguridades, fracasos amorosos y un cúmulo de insatisfacciones. Pero Dios tenía un plan conmigo, un plan perfecto, que ha ido ejecutando de la mano de mi Madre la Virgen María.

A finales de ese año conocí de forma providencial a quien hoy es mi esposa, ella, dominicana, fue a Medellín de vacaciones y por un montón de "coincidencias" nos conocimos y nos enamoramos.

Un año después, me radiqué en Santo Domingo para acercarme más a ella y así poder conocerla mejor.  Posteriormente, en noviembre de 2014, nos casamos.

Para ser honestos, no fue fácil dejar mi país, mi puesto cómodo, mi "mundo" en Medellín. Tenía a mi lado una maravillosa mujer, pero seguía sintiendo un vacío tremendo en mi vida.

En abril de 2015 contratamos a un arquitecto para que nos hiciera algunos trabajos en nuestro apartamento. Ese arquitecto, a quien no conocía de primera mano, me abordó al final de la tarde del jueves 30 de abril para indicarme que no podría culminar sus trabajos sino hasta el siguiente lunes. Ya que ese próximo viernes, iba a participar como servidor en un retiro. Allí se inició una conversación que me marcaría estos años:

- Yo: ¿Qué clase de retiro?
- Arquitecto: Un retiro de Emaús, ¿Lo has escuchado?

- Yo: No, nunca he ido a un retiro, pero me llama la atención. Siempre he querido saber de qué se trata. (En ese momento pensaba que se trataba de un retiro de parejas, y pues uno recién casado, siempre un retiro de este tipo cae bien).

Arquitecto: ¿Quiere ir?
Yo: No, muchas gracias, ya habrá tiempo. (Era muy apresurado armar plan de retiro de un día para otro).

Arquitecto: Pero ve, no pierdes nada.
Yo: Lo pensaré.

La cosa se quedó ahí para mí, pero no para el arquitecto, que puso en marcha el plan "retiro". Contactó a mi esposa y entre ellos dos orquestaron mi ida.

El viernes en la mañana me llamó el Arquitecto y me dijo: ya tengo tu ficha (formulario de registro), te esperamos a las 5 p.m. en tal sitio. Yo le dije: - ¿pero cómo? Yo te dije que no iba a ir - Pero él insistió en que fuera y que ya no podía echarme atrás. Mi esposa estuvo de acuerdo y tomé la decisión de ir. Luego me enteré que el retiro era solo de hombres y la desidia se apoderó de mí. Pero por honor a mi palabra, asistí.

Ese mismo día, viernes 1 de mayo, recibí un mensaje de mi papá por facebook. Esto no era nada normal. Mi papá no sabe ni encender un computador y si tiene cuenta en facebook, es porque mi mamá se la creó para tener un usuario extra para jugar "farmville", donde los amigos son claves para prosperar en el juego (perdón mamá por revelar esta intimidad).

Mi papá me escribió (y me ha escrito hasta la fecha) un único mensaje que aún conservo. Aquí debo aclarar que la relación con mi papá no es la más fluida en términos de comunicación, por eso se me hizo tan extraño. Ahora bien, no recuerdo el contexto por el cual él me escribió, lo importante es lo que vino después.


Mi papá, aunque creyente, no es particularmente el más practicante. Me extrañó el hecho mismo de recibir el mensaje y más aún su contenido. Sin embargo, ese día, no le presté mayor atención.

Ya en el retiro, todo me hablaba de buscar a Dios, pero no hice mucho caso; hasta que durante una actividad, de la que no puedo dar mucho detalle (perdón Emaús, pero es necesario contar algo para que mi historia tenga sentido) uno recibe un mensaje sacado de la biblia. El mío venía acompañado con la cruz de cristo y el mensaje: "Recurran al Señor, y a su poder; recurran al Señor en todo tiempo." - Sal 105,4. Esto, a cualquier persona, puede que no le diga nada, pero a mí, en ese momento, me dijo mucho. Recordé lo que me escribió mi papá, de que un hombre sin fe no vale nada, de que hay que buscar lo milagroso, es decir: Recurrir al Señor.

El Señor me confirmaba un mensaje, me lo había dado tantas veces en la vida y tantas veces en ese mismo retiro, y sin embargo, seguía sin convencerme del todo. Era inevitable pensar que eran simples coincidencias.

Cuando tomé la decisión de escribir estas entradas fue porque me topé con mi versión del año 2009 descrito en las líneas de un intento fallido de convertirme en bloguero. Pueden leer las historias (dejaré los enlaces al final) para que comprendan mi posición frente a la religión en dos momentos muy diferentes de mi vida. Si no quieren leer se los resumo: en el 2009 era escéptico frente a la religión pero andaba buscando llenar un vacío espiritual, en el 2017 hay una persona creyente, buscando más respuestas.

Venía de un largo escepticismo en mi vida, y no iba a cambiar mi forma de ver la religión de la noche a la mañana. Sin embargo, sí me interesé por indagar un poco más y fue allí cuando empecé decididamente a leer a diversos autores católicos y cristianos, además de muchas páginas en Internet.
Traté de seguir congregándome con el grupo Emaús y de asistir a la misa cada domingo, pero la verdad es que seguí siendo bastante tibio: sentía que Dios era real, pero no me terminaba de convencer.

Esta entrada la inicié con un versículo del Evangelio de San Lucas llamado el camino de Emaús, y no lo elegí solamente por el retiro que hice, sino porque describe perfectamente mi encuentro con Jesús.

Dos discípulos de Jesús caminaban hacia una aldea llamada Emaús e iban hablando de lo que había sucedido con el Mesías. Jesús mismo se les apareció y les acompañó durante el trayecto, pero no le reconocieron. Vio Jesús que no se creían lo de la resurrección y los increpó de buena manera y se puso a explicarles las escrituras. Al final, ellos invitan a Jesús a cenar con ellos y lo reconocen cuando Él bendice el pan, lo parte y se los da (la eucaristía), en ese momento Jesús desaparece (Ver Lc 24, 13-35).

Jesús ha estado todo el tiempo acompañando mi camino, pero he tenido todos mis sentidos cerrados y no le he reconocido. A pesar de todas las evidencias que hay de su existencia, a pesar de todas las manifestaciones, seguía sin reconocerle.

Faltaron muchas experiencias, muchos libros, muchas misas, muchos retiros, muchas oraciones, la lectura del evangelio y sobre todo; la mano de la Virgen María, para lograr que por fin, le reconociera. Fue la Virgen María quien me llevó a Jesús, y eso se los contaré en la próxima entrada a la que llamaré: El encuentro con María.

¡Dios les bendiga!


Estas son las entradas que mencionaba. Ver primero Jesús del futuro, escrito en el año 2009:
1. Jesús del futuro
2. Welcome back!
















jueves, 7 de diciembre de 2017

Conocer a Dios

"Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envía no lo atrae; y yo le resucitaré el último día" (Jn 6,44)

"Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí." (Jn 6,45)

Cuando uno está alejado de Dios (sea por escepticismo, ateísmo, agnosticismo o lo que sea), cada que ves o escuchas una cita bíblica o frases como: - "Tienes que tener un encuentro personal con Jesús" - "Sólo si tienes fe te salvarás" o "conviértete y cree en el Evangelio" -, una especie de escozor se activa en uno (muchas veces acompañado de burla). A mí me pasaba, muy a pesar de que crecí en un hogar católico. El tema religioso me irritaba tanto, que trataba despectivamente de rezandera a mi hermana y a mi mamá la volvía loca cada vez que la veía escuchando por enésima vez la misa en radio o en televisión. Mamá, hermana: perdón.*

Me voy a poner cursi a partir de ahora, y si eres como solía ser yo, una especie de escozor y burla se activarán en ti, pero sabes que: no me importa. Al menos puedes abandonar este blog a partir de ahora.

Primera frase cursi: "Uno no puede amar lo que no conoce".

Todos los que rehuyen del tema "Dios" tienen algún tipo de argumento que justifica su incredulidad. El mío era: "Dios es un invento del hombre para dar respuesta a lo que no logra comprender". Creo que no rayé en el Ateísmo, pero si me dejé influenciar por los movimientos de la nueva era que te venden un dios equivalente a energía en movimiento, un dios hecho a la medida de lo que queremos creer.

Fue una posición injusta, porque no me había dado a la tarea de conocer al verdadero Dios, ese del que tanto hablan las abuelas, mamás y hermanas rezanderas. Para ser honestos, la misa obligada los domingos era eso, obligada; las clases de religión: la materia de relleno para conversar con los amigos en clase; y las clases de catecismo: si gracias, no me acuerdo de nada. Ahhhhh, y ¿la biblia? - ¡Un libro aburridísimo!

¿Cómo carajos iba a hacerme una idea verdadera de Dios si siempre le huí? Hasta que un día ese man me dijo: "Parcero, usted es de los míos", venga pa' acá (sí, me habló en paisa-dominicano).

Inicié citando dos versículos del Evangelio de San Juan, porque a mi entender, describen una muy buena razón por la que muchos son los llamados y pocos los escogidos (Mt 22,14). Dios se manifiesta de muchas maneras y nos invita a conocerle, (y aquí viene otra cursilería que le duele mucho a los ateos), pero Dios es un caballero, nos dio libre elección para seguirle y amarle. Cuando inicias un camino de conversión y miras hacia atrás en tu vida, te das cuenta de la infinidad de llamados que Dios te hizo y no escuchaste. Y no hablo de que Él se va a aparecer en una nube y te hablará con voz ronca y autoritaria (aunque puede suceder), sino de todos esos amigos, familiares, memes católicos, eventos, coincidencias, reuniones y demás cosas que te invitan a seguirle.

Pero adivina qué: estás tan entretenido con el ipad, la novia, el trabajo, el equipo de fútbol o lo que sea y no le prestas atención.

Si quieres saber de Dios, conoce de Dios. No te limites a seguir las conclusiones que da la razón y el extendido planteamiento cientificista que nos embuten los medios. Si solo lees los argumentos de los ateos, pues tendrás una posición atea. Lee ambos bandos (ateos y creyentes) y sobre todo, si quieres darle una oportunidad de convencerte por ti mismo, lee los Evangelios, tratando de ser lo más neutral posible en el sentido de no anteponer tu incredulidad a la posibilidad de evaluar otro punto de vista. Analiza la figura de Jesús desde su enseñanza ética y moral y la sabiduría con la que enfrentaba cada situación. Si quieres no te fijes en los milagros: ni siquiera los que los presenciaron le creyeron, fíjate en el tipo de persona que era (es) Jesús. Yo me sorprendí y me enamoré de Él.

"Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí." - Quisiera que todos se pudieran convencer de lo real y vivo que es Jesús, pero lo cierto es que este es un llamado personal. Yo lo tuve en un retiro espiritual, al que "me llevaron" medio engañado. Pero esa solo fue la semilla, los frutos vinieron de la mano de la oración de mi esposa y familiares, y la inquietud sembrada que me llevó a escudriñar en las escrituras y libros católicos y cristianos.

Hoy te puedo decir, así te de escozor y náuseas: "Jesús está vivo, vive en tí, vive en mí y espera tener un encuentro personal contigo".

¡Dios les bendiga!


*El perdón debe ser personal: a mi madre y mi hermana les pedí perdón y me han perdonado. Ese será un tema que pronto tocaré.













Contracorriente

     Cuando era niño sentía que tenía el don “contracorriente”, puesto que parecía que yo era un bicho raro que no hacía ni tenía lo que mis...