Hoy celebramos lo que pudiera llamarse el inicio de la Iglesia de Cristo: El pentecostés. Jesús, al ascender al cielo, prometió a sus discípulos un nuevo bautismo en el que recibirían al Espíritu Santo. Esto evidentemente sucedió, y aquellos torpes y miedosos hombres se convirtieron en valientes predicadores y obraron grandes signos y milagros que fundaron la Iglesia Católica que hoy conocemos.
Llevaba días sin escribir, disfrutando de un especial tiempo de encuentro con Dios, palpando cómo ha obrado en la vida de nuestra familia, a quién le hemos entregado nuestro servicio. El Señor nos ha regalado tantas cosas y si antes no había escrito, es porque no sabía qué de tanto contar.
Hoy terminamos (mi esposa y yo) un curso de formación llamado Nuevo Pentecostés, que han hecho coincidir intencionalmente con esta celebración especial. Es llamado así como referencia a la nueva manifestación del Espíritu Santo que se suscitó en Estados Unidos en 1967 como respuesta a la oración del papa Juan XXIII pidiendo una renovación en la Iglesia que derivó en el Concilio Vaticano II y el posterior surgimiento de la Renovación Carismática Católica.
La Renovación Carismática no es más que un "reavivamiento" de los carismas otorgados por el Espíritu Santo. Carismas que fueron incomprendidos por mucho tiempo y que generaron rechazo en la misma Iglesia Católica. Hoy es aceptada, pero aún muchos de sus carismas son incomprendidos. Yo había sido uno de esos observadores incrédulos, hasta que he sido testigo de ellos e incluso he recibido algunos carismas que lo único que han hecho es confirmar cada día más la existencia de un Dios vivo y que sigue actuando en medio de nosotros.
¡Dios les bendiga!