"Si os mantenéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres." (Jn 8, 31b-32)
Vivimos en un mundo al revés, donde se le da más valor a lo que quizás no debería valorarse tanto y se pasan desapercibidas las cosas que realmente deberían ser más importantes. Sé que el carácter del valor de algo puede ser subjetivo, depende del observador, pero hay cosas que son demasiado evidentes:
- Cristiano Ronaldo, jugador de fútbol profesional, gana más dinero y reconocimiento que todos los científicos y profesionales ganadores del premio Nobel 2017 en todas sus ramas (los reto a que me mencionen al menos dos recientes ganadores del Nobel).
- Sin ir muy lejos, sin desmeritar el trabajo de los deportistas, no parece justo que un jugador promedio de fútbol gane más dinero que un médico que salva vidas en la sala de urgencias de un hospital.
- Paulo Coelho, autor de libros de limitada riqueza literaria (perdón Coelho, pero es verdad), vende más libros que la mayoría de los reconocidos Nobel de literatura.
- Bad Bunny, un muchachito de 23 años que dice cantar reggaetón y trap, tiene 10 veces más suscriptores en Youtube que el reconocido cantante Andrea Bocelli. Y quizás hasta venda más, no lo sé. Pero la regla que parece general es que la música "comercial" vende más que las obras maestras de la música universal.
- Un político, cuyo cargo es el de servidor público, debe ser "servido por el público". Y para rematar, gana muchísimo más que la mayoría de los que lo eligieron.
- Un atentado en París despliega la solidaridad del mundo entero (que no está mal), pero un atentado con cientos de muertos en África apenas levanta algunos titulares en los noticieros.
Estos pocos ejemplos reflejan la realidad de un mundo que quizás rema en contra de la verdad. Y los he usado para introducir esta entrada a dos temas bastante espinosos que hoy día causan demasiado revuelo: la religión y la ideología de género.
Cuando decidí abrazar fuertemente la religión sabía que iba a encontrarme con muchos escollos, Jesús no prometió un camino de rosas, por el contrario dijo: "Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre." (Mt 10,22a). Realmente sí que me he sentido como bicho raro muchas veces, incluso dentro de mi propia familia, y estoy seguro que no faltará el que diga que este fulanito se volvió cristiano. Yo no me convertí en cristiano, nací católico y espero serlo por el resto de mi vida.
Esos que dicen que uno se "volvió cristiano" son también los que dicen: ve, es que no volvió a tomar, ni a escuchar música del mundo, ni a frecuentar tales sitios y se volvió hasta creído porque no volvió a visitar a nadie - "eso es que su nueva religión se lo prohíbe" - Jejejeje, de solo escribirlo me da risa, porque así pensaba yo hace varios años. Lamento decirles que NO, mi religión no me prohíbe nada, es más, me hace libre de hacer lo que quiera (como laico, como consagrado es otra cosa). No faltará el curita regañón, pero en general, nadie te impone nada. El secreto es que cuando descubres a Jesús y te enamoras de Él, haces todo lo imposible por agradarle. Es como cuando conoces a una persona que te gusta, haces todo lo que esté a tu alcance para que esa persona se fije en tí. Igual me pasó a mí con Jesús, la única diferencia es que con el transcurso del tiempo, en lugar de ir perdiendo la magia (y los modales) como suele suceder en las relaciones humanas; con Jesús el amor va creciendo cada día más y Él, además, te hace un regalo impresionante: ¡te quita todo!
Sí, leíste bien, Dios te quita todo, pues el Dios que nos da todo, también lo puede quitar. La diferencia está en que este Dios es un padre que te ama más de lo que te aman tus padres terrenales. Su amor es infinito, impensable. Y como buen padre, siempre quiere lo mejor para sus hijos. Él te conoce más que nadie y sabe exactamente lo que te hace falta y lo que te sobra. Y normalmente, lo que te sobra, es lo que te hace daño para tu santificación, para tu camino al cielo. Por eso Dios te quita todo, pero solamente todo lo que te hace daño en ese camino, no lo que te hace bien.
¿Y qué me hace bien y qué me hace mal? Esta pregunta es el "coco" de los filósofos y metafísicos y no pretendo responderla. Pero he podido comprender que lo que me hace mal es lo que me aleja de Dios, lo que me aleja de su amor. Y no es que Él se vaya de nuestra vida, siempre está ahí, somos nosotros los que ponemos barreras para no sentir su amor. Un ejemplo imperfecto es pensar en una fogata que nos caliente en un día frío. Si estás cerca, recibes su calor, si te alejas o pones una barrera suficientemente fuerte, dejarás de percibir ese calor.
Y ahí, en ese calorcito de su amor, si tú te dejas, Él te va consintiendo, eliminando tus vicios, limpiando la mancha de tu pecado y rehaciendo tu vida. ¡Una delicia!
Y ahí, en ese calorcito de su amor, si tú te dejas, Él te va consintiendo, eliminando tus vicios, limpiando la mancha de tu pecado y rehaciendo tu vida. ¡Una delicia!
Yo he decidido estar cerca de su calor y eso te lleva inevitablemente a ir en contra de lo que quizás piensan la mayoría y alejarte un poco del "mundo", no del todo, porque Él me llamó a estar en medio de todos para dar testimonio. Por eso estoy aquí escribiendo estas cosas. Para decirte que ir contracorriente no es quizás el camino equivocado, tal vez ir en el mismo sentido del mundo es el camino fácil, ir contracorriente es luchar contra el qué dirán, contra las burlas, contra la idea de que eres un pendejo y reconocer cara a cara nuestro principal enemigo: el pecado. Porque cuando vas en la misma dirección del pecado nunca le verás la cara, a lo sumo la espalda.
Escribir esto es una profesión de fe y un compromiso público a tratar de ser cada vez mejor persona, no un pendejo, sino un cristiano conforme al Evangelio. Todavía tengo mañas del mundo: a veces digo malas palabras, me enojo con el tráfico, con mi esposa, veo cosas que no debería ver y un largo etcétera. Como dicen aquí: aún cargo con el "tigueraje" o en otras palabras, con la "malicia" que aprendí del mundo. Ya decía Jesús: "Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz." - (Lc 16,8b) y con ello nos invita también a ser más listos. Y es aquí donde me detengo a revisar los ejemplos que listé al principio de esta entrada y me hago la pregunta: ¿De verdad si son los hijos de este mundo más astutos? ¿Cómo pueden serlo cuando aceptan que uno no nace mujer o hombre?, y se atreven a decir que es nuestro espacio sociocultural el que forma nuestra identidad. Por favor vean este video para que entiendan a qué me refiero:
Cada día, los hijos de este mundo aceptan cada vez más mentiras como suyas. Yo hoy te digo, sólo hay una verdad, la verdad del amor a Jesucristo, la verdad de amarnos los unos a los otros, la verdad de respetarnos a pesar de nuestras diferencias y la verdad de que debemos amar la creación, tal como Dios la hizo, no querer tergiversarla jugando a ser dioses.
¡Veremos hasta dónde nos lleva tanta astucia!
¡Dios los bendiga!